Colosos caistas del infortunio

Una leyenda negra parece cernirse sobre los pívots del antiguo CAI Zaragoza, el esplendoroso CBZ de los años 80 y 90 por el que pasaron algunos de los mejores centers del basket de la época. Muchos de ellos murieron a una edad temprana, lo que hace que su recuerdo aún sea más intenso.

La web www.jugodeplastiko.com fue un proyecto online sobre baloncesto surgido en Zaragoza en 2015, que acabó solicitando un tiempo muerto de esos largos para la televisión de la NBA, que todavía dura. Pero antes de ese impass, tuvo ocasión de alumbrar algunos contenidos interesantes, y en este post recopilatorio queremos recuperar los artículos de su sección Vintage sobre "La pintura maldita del CAI Zaragoza", con las historias de los pívots con pasado caísta que se marcharon anticipadamente, pero que dejaron un imborrable recuerdo de su paso por tierras aragonesas en los aficionados al baloncesto de la Liga Española. Son piezas repletas de intrahistorias, de detalles curiosos, de enlaces enriquecedores y de vídeos rescatados del olvido, para deleite de todos los basket-lovers:


Mel Turpin lo tenía todo para triunfar en el baloncesto profesional: un físico portentoso, fundamentos trabajados, habilidad y cierto don natural. Fue una estrella universitaria en la NCAA, pero ni en la NBA ni en su etapa en Europa pudo hacer frente a su rival más duro, su propia mentalidad. Brilló con destellos intermitentes a su paso por Zaragoza, donde dejó también algunos episodios más o menos rocambolescos y un controvertido final.

Capítulo I: Mel Turpin, el gigantón inmaduro



Pat Cummings era un tipo desconocido a este lado del Atlántico pero tenía una sólida carrera entre los profesionales de la NBA, labrada a base de trabajo, talento... y malas pulgas. Llegó para arreglar el papel del CAI en la Liga, en una temporada en la que se había conquistado la histórica segunda Copa del Rey en Las Palmas. Su aportación fue decisiva... pero en el sentido contrario al esperado.

Capítulo II: Pat Cummings o el vaquero solitario


Eugene McDowell
fue uno de los americanos más carismáticos y genuinos de la Liga ACB en los años 80. Una auténtica figura en su etapa universitaria que continuó dejando su impronta de rebotes, mates e intimidación en plazas como Zaragoza, Barcelona o Bilbao. En el CAI, su dúo con Claude Riley sigue siendo de los más recordados por la afición rojilla.

Capítulo III: Eugene McDowell, mates a la pata coja


Aleksander Belostenny era un competidor tan duro como buena persona, así lo recuerdan sus compañeros de equipo y de club. Y eso que en su historial figuran episodios propios de la Guerra Fría. Fue el pívot con mejor palmarés en enfundarse la camiseta del CAI Zaragoza, y le dio otro gran título al conjunto zaragozano, la Copa liderada por Mark Davis.

Capítulo IV: Aleksander Belostenny, la muralla roja


Rafa Martínez Sansegundo fue el primer gran proyecto importado de cantera del baloncesto zaragozano, y una de las personas que más profundamente caló en la gente de Zaragoza. Su trayectoria deportiva se vio cortada de forma abrupta y su recuerdo permanecerá eternamente en la familia del baloncesto aragonés.

Capítulo V: Rafael Martínez Sansegundo, siempre en la memoria


Kevin Magee ha dejado de ser un jugador de baloncesto para convertirse en un estado emocional en Zaragoza. Simboliza una concepción del deporte única, tanto como el reflejo de una autoestima nunca bien ponderada que entronca con el orgullo aragonés. Kevin Magee representa lo que una vez fuimos, y lo que nunca volveremos a ser. Nada como descubrir detalles de la biografía de la Pantera Negra para sentirnos aún más vivos.

Capítulo VI: Kevin Magee, Marca Registrada


Capítulo I: Mel Turpin, el gigantón inmaduro

El médico forense Gary Ginn compareció ante los periodistas para comunicar que el ex jugador de baloncesto Mel Turpin se había pegado un tiro en el pecho el día anterior, pero no dio más detalles sobre su fallecimiento. La NBC se había apostado desde primera hora de la tarde del 8 de julio en la puerta de su casa de Lexington, en el estado de Kentucky, en cuya Universidad Mel Turpin fue una estrella del 80 al 84 en la NCAA. Tenía 49 años. Tampoco trascendieron los kilos que pesaba en el momento de su muerte. Había sido su estigma a lo largo de su carrera deportiva, objeto de mofas, de lacerantes motes.


Su mujer, Kerry, había sufrido un derrame cerebral hacía una semana y media” comentó a la prensa la hermana de Melvin, Margaret Burrus. El antiguo pívot del CAI Zaragoza había regresado a su localidad natal una vez retirado, y se ganaba la vida como guardia de seguridad. “Le costó pasar de ser una estrella a ser una persona normal”, confesaba su primera esposa, Lisa Nichols“Nosotros tuvimos nuestras diferencias en nuestro matrimonio, pero él ahora era feliz con su nueva pareja”. En los últimos años Melvin había tenido problemas de corazón y le había sido diagnosticada diabetes.

Mel Turpin fue la elección más alta del Draft en jugar en la ACB tras James Ray (Peñas Huesca, 1985/86)
Turpin aterrizó en Zaragoza proveniente directamente de los Utah Jazz de la NBA de la mano de José Luis Rubio, Presidente del CBZ, con el objetivo de convertirse en uno de los pívots más dominantes del curso 88/89. Empezó demostrando su tremenda calidad en los primeros partidos, debutando en liga con unos imponentes 31 puntos y 10 rebotes (sumando 41 de la Valoración que se contabiliza actualmente) contra el Puleva Granada, pero se fue diluyendo conforme pasaba el tiempo y surgían las contrariedades a orillas del Ebro. Ni Ranko Zeravica ni su compatriota Leon Wood, con quien formó uno de los dúos de americanos con mejor cartel USA, pudieron evitar que las diferencias con su por entonces esposa le llevaran a descuidarse. “Un entrenador debe ser muy atento en circunstancias como estas: Turpin, pese a todo, se presentaba el primero al hotel, a los entrenamientos. Antes incluso que yo. No tuve ningún problema con él”. Seguro que a veces llegaba quizá demasiado pronto. Leon Wood, hoy árbitro NBA que sustituyó a Pete Myers al comienzo de curso, lo tiene claro: “Era un gran tipo”. Pero en sus palabras también resuenan ecos de inmadurez, de falta de adaptación ante el repentino cambio de estar en la NBA y acabar en España.




En el acto final de la temporada Rubio expedientó a Turpin por una falta de disciplina en una sesión de vídeo y se quedó sin jugar el último partido del playoff contra el Barcelona de Audie Norris, quien dominó la serie (3-0 para los catalanes). Turpin pese a sus devaluadas últimas actuaciones firmó unos números en ACB de 14,5 puntos, 2 tapones y casi 7 rebotes por partido con un 57 % en tiros de dos.

El pívot, que había llegado el loor de multitudes a la ACB y con la etiqueta de su sueldo de un millón de dólares de por aquel entonces (de los que el CAI apenas costeaba el 20%), se marchó por la puerta de atrás, haciendo imposible borrar del imaginario colectivo sus imágenes más turpinescas como el vuelo sin motor con el que le sobrevoló Michael Jordan o las chanzas sobre sus gorduras con el ex entrenador Frank Layden. Cuando, sobre la cancha, Melvin Harrison Turpin fue mucho más que un gigantón inmaduro.
Descubre más vídeos de Turpin en el canal de YouTube de Jugodeplastiko: Melvin Turpin en Jugodeplastiko.
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Capítulo II: Pat Cummings o el vaquero solitario
Pat Cummings llegó a Zaragoza, con sus trazas de estibador irlandés aficionado a la cerveza recién salido de los muelles de Brooklyn, para demostrar que era un jugador de nivel NBA, con una facilidad innata para hacer puntos y un carácter endiablado. Era justo lo que demandaba para cubrir la baja por lesión de Mark Davis aquel CAI Zaragoza, Campeón de la Copa del Rey de 1990 en Las Palmas, pero que no acababa de cuajar en la Liga.
De 1984 a 1986 Cummings firmó sus mejores campañas NBA con New York Knicks: casi 16 puntos y más de 8 rebotes en 32 minutos de media.
Cummings, con los muslos de Kucharski y una barriguita que en lugar de ‘pre-season’ parecía de 'per season', había sido elegido en tercera ronda del draft de la NBA de 1978, el de Larry Bird (quefue número 6 por Boston), tres puestos por detrás de Hollis Copeland. Nadie se lo indicaría al bajar del avión, nadie le hablaría al bueno de Pat de aquel curioso detalle: casi 10 temporadas atrás Hollis Copeland había ayudado al antiguo Helios SKOL con 27 puntos por partido decisivos para que los Knicks lo reclamaran de nuevo para su proyecto. Copeland, uno de los jugadores más espectaculares que sobrevolaron el espacio aéreo aragonés,reconocía en 1981 en The New York Times que su paso por Zaragoza y el trabajo de José Luis Ereña en su tiro fueron fundamentales para regresar a la NBA. Luego el cruel destino le retiró de las pistas por una grave lesión, pero esa es otra historia. Fue en los New York Knicks precisamente donde Pat Cummings firmó los mejores años de su carrera, al lado del gran Bernard King coincidiendo con la llegada de Patrick Ewing a la Gran Manzana. Y de donde salió echando pestes de los propietarios cuando fue abocado al Draft de Expansión, que daría con sus huesos en South Beach. Como LeBron, pero sin parafernalia televisiva y en unos Heat que debutaban en la Liga. Al fin y al cabo el bueno de Pat también entraría, como James, en la historia de Miami, ya que fue pieza esencial con 15 puntos en la primera victoria de la franquicia, tras un horrible y entonces histórico estreno sumando 17 derrotas consecutivas…
Antes había sido una estrella universitaria en Cincinnati, y fue ganándose crédito en la mejor liga del mundo poco a poco: primero en Milwaukee Bucks y luego en Dallas, donde pudo sacar a pasear una ‘muñequita linda’ poco habitual a principios de los ochenta en un tipo de 2,05 m. Cummings era bregador, peleón, fiero reboteador: todo carácter. El mismo que le acabó apartando de los pros cuando le asolaron las lesiones y cuando no aceptó un rol secundario en uno de los equipos recién llegados a la NBA.

Pese a su sólida carrera en los ‘States’, era un perfecto desconocido cuando llegó a Zaragoza, con sus gafas graduadas y bastante fuera de forma después de dos meses sin jugar. Tras solventar algún pequeño desacuerdo en la negociación de su contrato, se incorporó al CAI ocupando la plaza del lesionado en el pie Mark Davis. Pero cuando el héroe de la Copa regresó, el técnico Chuchi Carrera decidió que sustituyera hasta final de temporada al bueno de Aleksander Belostenny.
La breve estancia de Cummings dejó tres fogonazos perennes en la memoria de los caístas: el “show” de la lentilla, su partidazo contra Piculín y la pérdida del playoff ante el colista Mayoral Maristas.
Y es que en uno de los encuentros que jugó en el Palacio Municipal de los Deportes de Zaragoza, el pívot neoyorkino perdió una lentilla sobre el parquet, y paralizó el Huevo buscando con ahínco la lente, artículo casi de lujo por aquellos años, hasta que dieron con ella.
La mejor actuación de Cummings en España se produjo ante el Real Madrid de George Karl, quien elogiaría la incorporación a las filas caístas y el juego de su viejo conocido: 28 puntos y 12 rebotes para llevarse la victoria de la capital por 83 a 100 ante el Madrid de Piculín Ortiz.

En el momento más decisivo del curso, el CAI, Campeón de la Copa del Rey pero con una trayectoria confusa en la Liga, perdía contra el último clasificado de la ACB y quedaba fuera del playoff por el título. En aquella derrota en la pista del Mayoral Maristas de Málaga influyó la pronta eliminación de Cummings, que fue sancionado con tres tempranas faltas personales y dos técnicas consecutivas que lo eliminaron del partido antes del descanso. La segunda de estas faltas técnicas se produjo después de un corte de mangas dedicado a uno de los colegiados del choque, Mas y De la Maza. “Cuando el árbitro me pitó la tercera personal solo le dije ‘deja ya de adivinar lo que está pasando y a ver si tomas bien una jodida decisión’. Debía saber poco inglés y creyó que le insultaba. No creo que fuera para tanto”.
Tras aquella primera experiencia ‘overseas’, Cummings reconocía a la prensa aragonesa que su futuro más próximo estaba en Europa, valorando de manera positiva su experiencia en el CAI. Y así fue: comenzó el curso siguiente, 1990/91, en el Ranger Varese, adonde llegó para ocupar el hueco que había dejado tras 6 años Corny Thompson en el que era vigente subcampeón de la Lega. Pero su idilio continental duró apenas 9 partidos, en los que firmó unos decentes números de 13 puntos y 8 rebotes de media, casi idénticos a su promedio en la capital aragonesa. Poco después otro excaísta como Leon Wood recalaría en las filas del equipo de Varese. Aquellas navidades Cummings volvería brevemente a la NBA, pero su paso por los Jazz puso punto final a su carrera en la élite.
El 26 de junio de 2012 su novia lo encontraba muerto en el sofá de su apartamento de Greenvich Village, una zona bohemia al oeste de Manhattan. Patrick Michael Cummings tenía 55 años. Su padre y sus hermanos también fallecieron de manera precipitada. La genética de un corazón desgastado por el esfuerzo..
Descubre más vídeos de Cummings en nuestro canal de YouTube: Pat Cummings en Jugodeplastiko.
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Capítulo III: Eugene McDowell, mates a la pata coja
Una discoteca. Las 4 de la mañana. Un hombre joven yace en el suelo de uno de los baños del local. Un hombre joven, alto, negro, con pintas de deportista. Hacía calor aquel 25 de agosto del que en este 2015 se cumplen 20 años. En Puzzles, uno de los dos night-club de Casselberry, pequeña localidad en la zona central de Florida, Eugene McDowell moría a la edad de 32 años.
Fue el diario Orlando Sentinel el que se hacía eco de las palabras del detective Mike Coole: “...cocaine…”. Joven, alto, negro. ‘The Dunking Machine’. Por eso hay que anteponer lo que dijo el médico Shashi Gore días después también en el Sentinel. Eugene tenía el corazón demasiado grande. Padecía una cardiopatía hipertrófica de la que dejó de tratarse, por cuenta propia, en 1986. Razón que pudo haber provocado aquel infarto. No hubo restos de drogas en la autopsia, solo una pequeña cantidad de alcohol. Fue despedido y llorado por más de mil personas en el funeral oficiado en el gimnasio de su antiguo instituto Dixie County, en Cross City, su localidad natal.
Con poco más de dos metros su apodo ‘The Dunking Machine’ reflejaba la determinación de su juego.
McDowell fue el decimocuarto jugador en la historia de los Florida Gators en ser elegido en el Draft de la NBA (1985, 3ª Ronda por Milwaukee). Su sueño, tras una brillante etapa universitaria plagada de récords, era entrar en la mejor liga del mundo. Pero cruzó el charco sin pensárselo dos veces.

En los años 80 los buenos fichajes llegaban siempre a la ACB procedentes de Italia. La Lega era todavía la competición más importante de Europa, las liras resisitían el empuje de una liga española aún en crecimiento. Eso y el retraso en los transfer de los jugadores eran una constante, y así ocurrió con Eugene McDowell: tuvo un buen primer año en el Mu Lat Napoli con 17,4 puntos y 8,5 rebotes, y la ACB tuvo que darle una licencia provisional para que pudiera debutar a tiempo en la primera jornada de la temporada 1986/87 con el CAI Zaragoza. En su estreno en Manresa encestó sus primeros siete lanzamientos para acabar con 21 puntos y siete rebotes. En el segundo choque, el CAI se impondría en Zaragoza al todopoderoso Barça con un McDowell en 18 puntos, 17 rebotes y 4 tapones. La afición caísta pronto le adoptó como “Eugenio”, y aunque de él se afirmara que era un tipo que daba auténtico miedo, solo ejerció de tipo duro cuando aparecía sobre la cancha. El entrenador Manel Comas lo presentó a su llegada como un pívot rocoso, buen defensor y reboteador, no era el center alto que se deseaba, pero se esbozaba como la pareja perfecta del elegante y virtuoso Claude Riley, el hombre de los mates de espaldas. Y así fue.  Esa pareja quedó grabada a fuego en el imaginario colectivo del caísmo: Riley y McDowell, que solo coincidieron un año, pero que dieron hechuras de grande al CAI.

El equipo de Rubio finalizó la Liga ACB en tercera posición por primera vez en su historia, y Eugenio firmó unas medias de 16 puntos y nueve rebotes por partido… que le condujeron hasta el F.C. Barcelona de Aito García Reneses, donde formaría pareja con Audie Norris, ganando la liga y la Copa del Rey siguientes. La complexión de McDowell destacaba por sus larguísimos brazos, sus amplios hombros, y unos andares que delataban la fragilidad de sus rodillas, la derecha siempre protegida con una aparatosa rodillera. Su físico, junto con su peculiar estilo en los tiros libres, que lanzaba sin botar previamente, y la intensidad de su juego, le convirtieron en uno de los americanos más carismáticos y conocidos de la liga española.
Al año siguiente, curso 1988/89, recalaría en el CajaBilbao formando tándem interior con otro ex Barça,Wallace Bryant, en un “año I después de Joe Kopicki” en el que el club vasco tiraba de chequera para conformar un proyecto pujante, aunque fue una temporada complicada. McDowell no llegaría a completarla, siendo sustituido por Mike Giomi en el tramo final de liga.
En su año con el CAI llegó a participar en el concurso de mates del All-Star ACB de Vigo en 1987.
Eugene McDowell, concurso de mates 1987 (Vigo) @balonZesto pic.twitter.com/RKJKxKMhKm
— Guiller (@GuillerSV) 28 de diciembre de 2015

Tras su etapa española fichó por el Tranzsport  turco para regresar al año siguiente a Estados Unidos. Intentó enrolarse en los Orlando Magic, el equipo de su tierra, en el debut de la franquicia de Florida en la NBA. Tras haber disputado la Liga de Verano con ellos, coincidiendo con otro mito del caísmo como Mark Davis justo antes de su llegada a Zaragoza, en octubre del 90 se incorporó junto a su excompañero en Bilbao Wallace Bryant al Training Camp. Pero no superó el corte y acabó jugando sus dos últimas temporadas en la CBA, con algún incidente con alguna puerta de un restaurante entretanto. Sus rodillas le hicieron retirarse prematuramente del baloncesto, antes de cumplir los 30. Su corazón le sacó del partido de la vida también antes de tiempo.
Un Classic Game de la ACB: cuartos de final del curso 1986/87 entre Caja de Álava y CAI Zaragoza, con Eugene McDowell en las filas del equipo aragonés.

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Capítulo IV: Alexander Belostenny, la muralla roja.

Hubo un tiempo en que las fronteras del mundo no se saltaban con un click de ratón, y suponían además una barrera infranqueable a nivel físico e ideológico. No hace tanto de aquello, en realidad. Aleksander Belostenny, con su aspecto de gigante bonachón fuera de la pista, fue en realidad un transgresor, uno de los pioneros que abrieron las puertas de la URSS para que el deporte soviético se internacionalizara. En el verano de 1989 aterrizaron en la Liga ACB de una tacada Arvydas Sabonis, que eligió a su amigo y compañero Valdemaras Homicius para que le acompañara en las filas del Fórum de Valladolid; y Aleksander Belostenny, que con 30 años recién cumplidos ya podía salir de Rusia con la autorización de las autoridades pertinentes para jugar por primera vez en un club extranjero.
Ganó con Ucrania a Rusia la Spartakiada, los JJOO de los Pueblos Soviéticos; le rompió la nariz a Paspalj en un Preolímpico y se perdió el Eurobasket’87 por sanción al ser pillado con dólares

Belostenny pertenecía a esa clase de pívots hoscos, parcos en palabras, concienciados por el trabajo en equipo. Formó parte de una de las mejores Selecciones de la Historia, la mítica Unión Soviética de los años 80, y tras conquistar la medalla de bronce en el Eurobasket de 1989 en Yugoslavia, se incorporó al nuevo proyecto del CAI Zaragoza. Era miembro de uno de los planteles de pivots más aterradores que hayan existido: Tkachenko, Pankraskin, Goborov, Sabonis y el propio Belostenny a las órdenes de Gomelski impusieron una gigantesca tiranía en las zonas del baloncesto FIBA. El CAI esperaba de él esa intimidación, rebote, defensa, sobriedad y cultura ganadora.
Alex, ucraniano de nacimiento, tenía un palmarés excepcional, era una incorporación que le daba una nueva dimensión al equipo aragonés, que parecía quedarse encasillado en la etiqueta de “eterno aspirante”. El pívot había sido desde muy joven campeón del Mundo, de Europa y de los Juegos Olímpicos, habiendo acabado con el dominio plavi al final de los 70 y logrando el hito del oro olímpico en Seúl’88 derrotando a Estados Unidos en aquella semifinal de la revancha de Munich’72. Era una auténtica figura a nivel internacional, un jugador que había aceptado un rol secundario en su Selección ante el talento desbordante de sus compañeros, pero que había ido ampliando y mejorando sus recursos, tanto en ataque como en defensa. Había ganado ligas de la URSS con el CSKA y su Stroitel, y hasta tuvo el honor de derrotar a los Atlanta Hawks (en los que jugaba Leon Wood) en un amistoso disputado en Tiblisi, una de las primeras derrotas de la NBA ante equipos europeos tras las conseguidas anteriormente por el Maccabi de otro viejo conocido como Kevin Magee.
En el verano de 1989 el Presidente del CBZ José Luis Rubio y su entrenador Moncho Monsalve viajaron para hacerse con los servicios del internacional ruso hasta Kiev, donde fueron recibidos por un alto cargo político “que, nada más llegar, nos puso música de Julio Iglesias para romper el hielo. Tenían mucho interés en que el jugador viniera a España, entendían que podía ser un buen embajador para ellos. En muy poco tiempo ya habíamos alcanzado un acuerdo”, rememoraba Rubio en la prensa aragonesa.

Belostenny dejó una doble huella indeleble en Zaragoza. Por un lado, su excepcional calidad humana, recordada por todos los que le trataron. Por otro, la segunda Copa del Rey en la historia del CAI Zaragoza, rubricada por una soberbia actuación de Mark Davis, que aprovechó a la perfección el sistema de bloqueos directos ideado por Chuchi Carrera para explotar la puntería del norteamericano. “Nuestro juego interior imponía miedo y respeto”, señalaba el capitán Fernando Arcega en ‘El Periódico de Aragón’ con motivo del 25 Aniversario de aquel título. Belostenny apenas descansó un minuto aquel partido y firmó 10 puntos y 9 rebotes clave para imponerse a los pivots de la Penya.
Esa Copa del Rey fue balsámica en una temporada del CAI irregular, que seguiría por los mismos derroteros tras el éxito canario. Entonces llegaron las lesiones, y Pat Cummings fue fichado como sustituto de Mark Davis. Pero para encarar el tramo final de la temporada, el entrenador zaragozano decidió acabar cortando a Belostenny y jugársela con los 2 yankees. El center ucraniano recogió sus doscientos catorce centímetros sin aspavientos, aceptando su marcha en beneficio del equipo y deseando lo mejor al CAI, mientras metía en uno de los compartimentos de la maleta sus más de 11 puntos, 2 tapones y casi 9 rebotes por noche.
Quedará también para la historia el primer partido de baloncesto disputado en el Príncipe Felipe, que inauguró oficiosamente el pabellón, y en el que participó el equipo de toda la vida de Belostenny, el Stroitel de Kiev, que se alzó con el triunfo ante el CAI Zaragoza.
Tras su etapa aragonesa recalaría en la ciudad alemana de Trier (Tréveris), donde encontraría su segundo hogar. Allí llegó a jugar en Copa Korac con el hoy TBB Trier, y tras retirarse de la práctica profesional del baloncesto, adquirió y regentó un restaurante junto a su esposa allí, en la que es considerada la ciudad más antigua de Alemania, que fundó al igual que Zaragoza el emperador romano César Augusto.
Algunos de sus antiguos compañeros recordaban cómo al acabar los partidos Belostenny encendía su primer cigarrillo en el mismo vestuario. Muchos jugadores del Este de Europa en los años 70 y 80 tenían algunas costumbres poco recomendables para un deportista profesional. El caso más extremo quizá sea el de Zarko Paspalj, al que los San Antonio Spurs en su etapa NBA trataron de desenganchar del tabaco con sesiones de hipnosis. Belostenny fue víctima de un cáncer de pulmón que acabó con su vida cuando contaba con 51 años.
La Federación Ucraniana de Baloncesto emitió este comunicado el 25 de mayo de 2010: “On behalf of all fans, we want to express our deep condolences to the families and friends of the deceased. The bright memory of Alexander M. Belostenny will always live in our hearts.”
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Capítulo V: Rafael Martínez Sansegundo, siempre en la memoria.

La historia de Rafa Martínez Sansegundo es un canto a la esperanza, con un triste final. Era uno de los jugadores altos más prometedores del baloncesto español. Un pívot moderno que apuntaba a la selección nacional. Pero sobre todo era una persona querida por todos, entrañable, que dejó un latido imperecedero en el corazón del CBZ.
Fruto de aquellas ‘Operaciones Altura’ que se desarrollaban a nivel nacional en los 70, a la vez que las impulsadas por el entonces CN Helios, aterrizó Rafael Martínez Sansegundo en el baloncesto aragonés. A orillas del Ebro se fue moldeando un proyecto de jugador procedente de Molina de Aragón que contaba con la baza de su altura, 2,04 metros a los 14 años, al que también pretendía el Real Madrid y luego quiso el Caja de Álava, y que acabó llegando a ser convocado por el seleccionador Antonio Díaz-Miguel.
Siendo junior salió escayolado con un dedo roto de la encerrona en la pista del Sibenik, en la que Magee se encaró con los aficionados tras ganar el CAI por un punto
A sus condiciones físicas, entre las que destacaba una coordinación no muy habitual en aquellos tiempos para alguien que se estiró hasta los 2,08, se unía una gran capacidad de aprendizaje y predisposición al trabajo, además de una bonhomía y buen carácter que le convertían en un tipo muy apreciado. “Rafita”, que con anterioridad se había sometido a una operación en los pies debido a una inoportuna lesión, fue invitado junto a otro gigante como Miguel Tarín por Díaz-Miguel a la concentración de la selección española que preparaba el preolímpico clasificatorio para Los Ángeles 84, aquel punto de inflexión de la primera edad de oro del baloncesto español. Ya había pasado por las categorías inferiores de la Selección, y se perfilaba como una de las promesas entre los hombres altos del basket patrio. Formó parte de la Selección Seúl-88, un grupo de promesas con el objetivo puesto en la Olimpiada, con el que disputó varios partidos.
Martínez Sansegundo había ido formándose en el germen de aquel impetuoso y exitoso CAI Zaragoza de José Luis Rubio: debutó en Primera Nacional con el primer equipo en el curso 80/81 y llegó a saltar al parquet en la memorable primera Copa del Rey de 1984 del Huevo ante el Barça, pero pasaban las temporadas y no conseguía disputar los minutos necesarios para asentar su progresión. En el verano de 1986 se acuerda que pase a jugar al Askatuak, entonces denominado Pacharán La Navarra de San Sebastián, que disputaba la Primera B. Y es allí donde los médicos le diagnostican sus primeros problemas cardiovasculares, debido al síndrome de Marfán. Tras una primera operación en Madrid, vino otra en Zaragoza; pero un aneurisma de aorta le llevó al Hospital Metodista de Houston, especializado en estas intervenciones. De regreso a Zaragoza sufrió una recaída, Rafa tuvo que someterse a una nueva operación, tras la que quedó en coma y falleció dos semanas después, el 19 de febrero de 1989, a los 24 años de edad.
El Huevo fue escenario del partido homenaje a Sansegundo entre el CAI Zaragoza y el Fórum de Valladolid, equipo que participó de manera altruista en el mismo, el 10 de septiembre de 1989 . Llegaron autobuses fletados desde Molina de Aragón, y el pabellón abarrotado le rindió un cariñoso homenaje a uno de los jugadores más grandes en la historia del CAI Zaragoza.
Artículo de Javier Ortiz en Espacio Liga Endesa “Rafa Martínez Sansegundo. Corazón roto”.
Partido en el canal de YouTube de balonZesto: torneo de pretemporada (1985) con Martínez Sansegundo disfrutando de minutos junto a Claude Riley y Chuck Aleksinas:
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Capítulo VI: Kevin Magee, Marca Registrada.

Él construyó el Bren Center. Fue el mejor jugador de baloncesto que he entrenado jamás. Nadie tenía el corazón de Kevin”.  La rotunda sinceridad del coach Bill Mulligan sobre su pupilo Kevin Magee resonó en el pabellón de la Universidad de California-Irvine aquel 4 de febrero de 1995, en la ceremonia de retirada de la camiseta con el número 44 de un pívot que marcó a toda una generación distanciada diez mil kilómetros de aquel lugar.
Y es que el ciclo de la vida había devuelto a Kevin Dornell Magee a Amite, localidad rural de Lousiana en cuya acería había comenzado a trabajar a finales de los 70 un por entonces joven veinteañero. Otros veinte años y seis equipos europeos de baloncesto después, Kevin regresaba a casa de madrugada por la Interestatal 55 tras finalizar su turno de noche como responsable de almacén de esa misma planta siderúrgica cuando, a las 5:20 horas del 23 de octubre de 2003, su Nissan blanco cruzó la mediana y chocó invadiendo el carril contrario contra un tráiler de dieciocho ruedas. Allí acabó todo. Kevin Magee sellaba su leyenda con 40 años, dejando en vida a su mujer Melanie y sus hijos Jeremy, Brandy y Jacob.
Su récords estadísticos en la NCAA y los piropos de Jerry West no consiguieron que Magee fuera elegido antes del puesto 39 de la 2ª Ronda del Draft de la NBA
En realidad todo había empezado en Gary, una ciudad al sur del lago Michigan en el estado de Indiana,territorio basket por antonomasia en Norteamérica, donde también había nacido un tal Michael Jackson. Alguna mudanza que otra después, Magee, que ya jugaba y muy bien al baloncesto, dejó de deslomarse en la acería en un trabajo “nine to five” para enrolarse sin mucho convencimiento en un College perdido en California,  tras la insistencia del entrenador Bill Mulligan. Su poca predilección por los estudios le había hecho renunciar a otras opciones. Pero el destino le emparentó entonces con un técnico que sería fundamental en su futuro como profesional del baloncesto.
Foto: ucirvinesports.com
El día del homenaje por el fallecimiento de Bill Mulligan en agosto de 2010, la viuda de Magee se deshizo en elogios hacia el ex entrenador de su marido. Le agradeció que le ayudara a reorientar su vida hacia al baloncesto, y que creyera en él. La relación que entabló Kevin con el hijo discapacitado de Mulligan fue clave en esta unión. El entrenador fue contratado posteriormente por la Universidad de California-Irvine y su condición fue que Magee le acompañara en el equipo. Tras un colosal primer año, fue seleccionado para la Universiada de Bucarest de 1981 donde el combinado de Estados Unidos conseguiría la medalla de oro con 31 puntos, 15 rebotes y 8 robos de Kevin Magee en la final ante los gigantes rusos a los que vencieron por 93-87.
En su cabeza siempre había estado la NBA. Jugó en Europa por dinero, al mejor postor. Lo interiorizó pronto cuando en 1982 Melanie le dijo que estaba embarazada. Fue una noticia “que le hizo temblar” según Mulligan. Aquel día Magee jugó uno de los peores partidos de su carrera. Pero sin duda le ayudó a tomar conciencia de lo que era enfrentarse al profesionalismo.
Foto: Anteater Atics
Luego vendría la historia ya contada de Magee: su baja elección en el Draft, su increíble primer año en un mítico de la Lega como el Varese, sus nuevos intentos por hacerse un hueco en la NBA, la decidia apuesta de José Luis Rubio para incorporarlo al CAI Zaragoza, su irrupción en la liga española, los tambores y la bota de vino en el Huevo. Rubio se desplazó a su casa de California en el verano del 84 para tratar de convencerlo de que siguiera en Zaragoza. Pero la oferta económica del Maccabi de Tel Aviv era simplemente de otra galaxia. Magee se acabó aclimatando a Israel aunque al principio su visión se reducía a una cuestión económica. Manifestaba en plena Guerra Fría: “Creo que podría jugar hasta en Rusia si la oferta es buena”. Pero claro, llegó un momento en que el dinero dejó de ser una obsesión, “allí soy como un rey” declaraba en LA Times en la primavera del 88.

Siguieron los éxitos deportivos, el reconocimiento público que le llevó a ser considerado el deportista más famoso de Israel, y los títulos, aunque se resistiera el máximo galardón de la Copa de Europa. Magee fue incluso uno de los dos únicos jugadores que actuaban en el Viejo Continente, junto a su compañero en el Maccabi Ken Barlow, en ser preseleccionados por la ABAUSA para los trials de la Olimpiada de Seúl, en aquella joven generación comandada por David Robinson. Una simple anécdota llena de reconocimiento que le hizo mucha ilusión, aunque tuviera que abandonar la concentración de Colorado Springs a causa de la gripe.
En el verano de 1990 el CAI Zaragoza reunía en su plantilla a los dos ídolos del caísmo, a la pareja protagonista de sus dos Copas del Rey: Kevin Magee y Mark Davis. El pívot no congenió con el entrenador Chuchi Carrera y aquel acabó siendo un año turbulento a pesar, o por eso mismo, de la Final de la Recopa de Ginebra, en la que PAOK Salónica volvió a dejar sin entorchado europeo a Magee. En su regreso a orillas del Ebro 6 años después, el juego del pívot había evolucionado buscando más espacios, alejando su rango de tiro, pero acabó siendo el máximo reboteador de la ACB con más de 12 capturas por noche. Del CAI pasó a Italia, a Francia y definitivamente de nuevo a Israel. Cuando una vez abandonada la práctica de baloncesto profesional regresó a su país, montó un negocio en Rancho Santa Margarita con su ex coach Bill Mulligan. Tiempo después se mudaría y conseguiría el trabajo en la acería.
Al entierro de Kevin Magee en Summit, Mississippi, acudieron representantes del Maccabi de Tel-Aviv, que llevaron algunos presentes entre los que había una camiseta con su número 13, un álbum de fotos, recortes de prensa y un vídeo cassette grabado por los aficionados del club israelí. También asistieron al sepelio antiguos compañeros y rivales como su amigo Ken Barlow y Audie Norris.
Kevin Magee sintió una profunda emoción cuando su número 44, el único retirado en la historia de UC Irvine, se izó al techo del pabellón que su entrenador Bill Mulligan le atribuía al interés que despertaron su juego y sus canastas. El mismo estremecimiento que todavía recorre la espina dorsal de cualquier aficionado al baloncesto cuando recuerda a Magee vestido de rojo, con el 12 a la espalda, posteando, corriendo la pista, machacando. Levantando la Copa del Rey con el nombre de Zaragoza en el pecho y su dedo índice señalando que fue el número uno.
Foto: ACB.com
En mayo de 2016 Maccabi Tel Aviv rindió homenaje y retiró la camiseta de Magee, junto a la del también malogrado Nate Huffman.
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Agradecimiento especial a @GuillerSV por resubir el mate con dos balones de Eugene McDowell en el concurso del All-Star de Vigo 1987.

[Fotografías obtenidas de Revista Gigantes del Basket, Basket 16, Don Basket, lacasadelbaloncesto.es]


Este post tiene ánimo de actualización constante, lo cual solo es posible con tu colaboración, puedes contactar vía email en info@balonzesto.net o Comentar, enviar fotos o imágenes relacionadas con los pívots del CAI Zaragoza de los años 80 y 90, que irán completándolo. Última actualización: 23/01/2022

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